
El título de este trabajo tiene un
gran significado simbólico para mí; es una derivación de una anécdota que se
atribuye a Diógenes el Cínico y al filósofo Aristipo, que supuestamente vivía
en abundancia por prestar sus servicios a un rey.
Se
dice que un día se encontraba Diógenes en la calle comiendo lentejas,
considerado uno de los pocos alimentos que las clases más pobres podían costear
y consumir, cuando pasaba por ahí el filósofo Aristipo, y al verlo le dijo
“Diógenes, si aprendieras a ser sumiso y adular al rey no tendrías por que
comer esa basura de lentejas”, y Diógenes le respondió “Aristipo, si tu
hubieras aprendido a comer lentejas no tendrías porque adular al rey”.
Diógenes nació en Sínope, en la actual
Turquía, en el año 413 a.C. Por cuestiones de un fraude económico fue
desterrado de su ciudad y fue así que anduvoo por Esparta, Corintio y Atenas. En
esta última ciudad, frecuentando el gimnasio Cinosargo, se hizo discípulo de
Antístenes. A partir de entonces adoptó la indumentaria, las ideas y el estilo
de vida de los cínicos. Vivió en la más absoluta austeridad y criticó sin
piedad las instituciones sociales. Su comida era sencilla, dormía en la calle,
bajo algún pórtico o en su tonel, pues sólo admitía tener lo indispensable. Cuentan
que un día, viendo que un muchacho tomaba agua con las manos, comprendió que no
necesitaba su jarro y lo arrojó lejos.
De ahí se le atribuye la idea de que
el hombre más libre y más feliz es el que menos necesidades tiene, y es donde
cobra para mi el significado de aprender a comer lentejas: uno puede buscar ser
un hombre completo gracias a la virtud, puede ser un hombre que las cosas y
distracciones mundanas no sean necesarias para su desarrollo, puede ser un
hombre que pueda ser feliz descubriéndose así mismo, perfeccionándose y
equilibrándose en su entorno, o puede ser un hombre que para ser feliz deba
aprender a menospreciar su dignidad y adular a otros para que les den y ser
alguien conforme a lo que tenga en cuestión material.
Puede ser un hombre honesto, de
verdad, uno que viva por sí mismo y no a través del rebaño, un hombre de los
que Diógenes buscaba con su lámpara a plena luz del día.
Entonces, si uno aprende a comer
lentejas se dará cuenta que un verdadero ser humano no es aquel que tenga un
gran puesto o un gran salario, que pueda tener sometidas a muchas personas, que
pueda ordenar y pisotear sin remordimiento, que tenga un titulo socialmente
relevante.
Si uno aprende a
comer lentejas se dará cuenta que un verdadero ser humano es aquel que tiene
una familia de 5 personas, es el único que aporta para su manutención, sale
todos los días antes de las 5 de la mañana para iniciar la jornada, y regresa
después de la media noche, a semi descansar, con la alegría de poder darle algo
a los que aprecia.
Si uno aprende a
comer lentejas se dará cuenta que un verdadero ser humano es aquel que sin
chalecos antibalas, se arriesga a sobrevivir entre la podredumbre que hay con
los que trabaja, y con los que están fuera esperando dañarlo; y a pesar de eso,
sigue dejando la piel por los que quiere y por los que ni lo conocen.
Si uno aprende a
comer lentejas se dará cuenta que un verdadero ser humano es el que salva
vidas, el que comparte, el que abraza, el que libera, el que protege la
vivienda de toda una vida, el que regala una sonrisa, el que da un abrazo
fraternal, el que conoce y comparte lo que sabe.
Si uno aprende a
comer lentejas se dará cuenta que un verdadero ser humano no es el que vuela,
sino el que te ayuda a volar sobre este mundo árido, te da sus alas rotas para
enseñarte a volar, te da sus ojos secos para ayudarte a ver, y te enseña a ser
humano, solidario y libre.
Si
uno aprende a comer lentejas se dará cuenta que el verdadero ser humano es
aquel que agacha la cabeza sólo para levantar al que está caído.
Si
uno aprende a comer lentejas, sabe que para que el ser humano pueda trascender
en sus flaquezas de hombre y forma mecánica de vivir, sus limitaciones y sus
ataduras mentales, psicológicas y espirituales; para que pueda ver más allá de
las apariencias y arrojar cierta luz en su mundo interior confuso y caótico, no
basta con creerlo, sino que el trabajo hay que entenderlo en sí mismo y
llevarlo a cabo perseverantemente.
Y con
tu apoyo sigo aprendiendo a comer lentejas…
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