sábado, 24 de septiembre de 2016

Orwell tenía razón: la ignorancia sigue siendo la fuerza…


En la novela 1984, de George Orwell, la elite dirigente (el Gran Hermano, o Big Brother) mantenía el control social y su poder político a través de varios Ministerios o Unidades Administrativas, basadas en tres discursos fundamentales: La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, y la ignorancia es la fuerza.

La guerra es la paz, implicaba que era necesario mantener la constante lucha contra los “enemigos” del Estado y la sociedad, por lo cual era necesario mantener un insistente ataque con la finalidad de conservar la paz de la comunidad. En estrecha relación, la libertad es la esclavitud, se refería a restringir las garantías y derechos de los ciudadanos, con el pretexto de que era necesario imponer extremados límites a las libertades, con la intención de salvaguardar la seguridad pública, y otorgar mayor tranquilidad a la sociedad: el Estado daba seguridad a cambio de que la persona le entregara sus derechos. Por último, la ignorancia es la fuerza, se refería al control social de la “verdad” a través de la construcción de realidades, con las cuales se otorgara sólo la información necesaria para que las personas sintieran que el Gran Hermano cumplía con sus deberes y obligaciones frente al pueblo; es decir, entre menos conocimiento cierto tenían, entre más realidades distintas se construían, la ignorancia del pueblo era la mejor herramienta para mantener el control.

En la actualidad, como la mayoría de los críticos lo apoyan, la novela debería de cambiar de nombre, e irse actualizando año con año, por lo que en este momento no se llamaría 1984, sino que su denominación sería 2008, puesto que Orwell tenía razón: la ignorancia sigue siendo la fuerza.
Las sociedades cuentan con mecanismos de control, o procesos sociales destinados a lograr la conformidad de las personas, sometiéndolas a pautas, modelos y requerimientos del grupo, para asegurar su continuidad frente al comportamiento individual irregular. Así, las instancias de control funcionan cuando convierten al individuo en un sujeto adaptado que acepta lo que la sociedad le impone en su vida, o lo someten violentamente para lograr esa aceptación.

El discurso político es un medio de control, una expresión de ideología que se dirige a la sociedad, con la finalidad de que se den las conductas deseadas o favorables para quien lo emite, y así detente el poder; puesto que logrará el consenso mediante la expresión de información que llegará a aceptarse como válida y obligatoria para una adecuada convivencia.


Entonces, el discurso político puede llegar a ser una técnica para favorecer a la comunidad, o para imponer la voluntad de quien tiene el poder, e impedir que otros individuos perciban sus verdaderos intereses; y finalmente lograr mantener ese poder social.

Cada modelo político produce los medios, y justificaciones, que necesita o requiere para cumplir con los fines de quienes detentan el poder. Una de esas técnicas o estrategias puede llevarse a cabo a través de la construcción de la realidad: por medio de la interacción de la comunicación y el lenguaje se construyen historias, situaciones, supuestos, etc., que buscan influir y determinar las acciones de las personas en el medio en el que se desenvuelve. La forma de entendimiento de la comunicación es lo que crea esa realidad.

Por ello, en ocasiones, para evitar que la población se de cuenta de que el poder es empleado para favorecer intereses económicos individuales, que la riqueza no es distribuida equitativamente, que no se destinan los recursos suficientes para evitar el hambre, la pobreza, la ignorancia, la falta de trabajo, y de oportunidades, y fortalecer los valores y la seguridad ciudadana; se crean distracciones folclóricas o fantasiosas, historias falsas, agravando situaciones que carecen de relevancia, u ocultando información, con la finalidad de que la población se sienta tranquila y relajada, y evite observar esa realidad.

Por ello, no faltan los políticos que pomposamente presumen haber realizado infinidad de modificaciones legales, para endurecer penas de cárcel, incrementar las ya establecidas, y restringir al máximo los derechos y garantías de los “delincuentes”, argumentando que estas leyes lograrán reducir la delincuencia y la inseguridad de la comunidad. Lo que no informan estos políticos, es que ese discurso es irresponsable, pues no se tiene ningún sustento científico, objetivo y real, de que las modificaciones legales disminuyan la inseguridad, y para ello es suficiente observar el acontecer diario.

Tampoco faltan los políticos que, en el momento en que es evidente el reclamo y rechazo social por la falta de cumplimiento de sus deberes y funciones como autoridades, inventen historias de que, en menos de dos días, se han resuelto exitosamente todos los problemas de los últimos años, relacionados con la inseguridad, intranquilidad y falta de paz pública de una sociedad. Y pasando unos días, el problema se hace evidente nuevamente.


Igualmente, no faltan los políticos que hablan de la transparencia, la claridad en sus funciones y su compromiso con el pueblo, pero se niegan a comparecer ante los representantes de esa sociedad, para explicar la forma y condiciones en que se están empleando los recursos públicos, y tampoco informan oportunamente sobre proyectos que llevan a cabo particulares, que anteriormente se habían prohibido a las autoridades.

Así mismo, no faltan los políticos que en vez de reconocer los errores en su administración y tratar de repararlos, amenacen con exhibir públicamente a personas que ellos consideran responsables de los males que aquejan a la sociedad, sin ni siquiera existir una declaración, conforme a derecho, de su culpabilidad.

Tampoco falta el discurso político que trata de una manera al económicamente poderoso, y de otra forma al desposeído; pues lo que en el rico es alegría, en el pobre es enfermedad.

Así, se sigue comentando el caso de la “osamenta del encanto” y se informa que un experimento animal fallido o extraterrestre está causando estragos con el ganado. Un equipo de fútbol, de los llamados “grandes”, tiene el peor torneo de su historia, y milagrosamente acude a Brasil a provocar un “Maracanazo”. Se da gran énfasis e importancia a la noticia de que el entrenador de la selección de fútbol ha sido separado de su cargo. Se inicia una campaña de estigmatización y rechazo contra una subcultura de jóvenes que se expresan a través del reflejo de sus emociones (como anteriormente se hizo contra los punks y darks). Se comunica que tres pescadores estuvieron perdidos en el mar por casi nueve meses, y aparecieron sanos y salvos, curiosamente sin signos de desnutrición. Se satura de información sobre un lamentable caso policíaco en una discoteca de la capital, para distraer de la violencia que se está dando en los demás estados y el resto del país. Se difunde ampliamente que la inseguridad y los delitos siguen incrementándose, por lo que es necesaria la inflación o incremento del sistema penal; en ese discurso, unos son “levantados” y otros son “secuestrados”. Se transmiten comerciales comparando a políticos con los grandes criminales de la humanidad. Se crean óvalos deportivos para la diversión social, y las ferias se desarrollan por meses, donde el alcohol se expide en grandes cantidades y sin restricciones, pero eso sí, ya hay grandes multas para los que conduzcan ebrios.

Y con ello, la realidad sigue su marcha en forma paralela, pues la “Matrix” ayuda a que la gente se sienta tranquila, relajada y alejada de lo que ocurre en verdad, para evitar reclamos y disgustos.
La cuestión es que ese pan y circo no es tema reciente: anteriormente los gladiadores se enfrentaban en el coliseo romano; hoy, luchan a dos de tres caídas sin límite de tiempo; y la sociedad prefiere seguir en brazos de Morfeo, conectada a la fantasía, que vivir la realidad y exigir, respetuosamente y conforme a derecho, lo que les es debido.

Lo más cómico del caso es que todo lo expuesto se desprende de la trama de la novela de George Orwell; ¿coincidencia? ó, como llegó a decir Vendetta, “las coincidencias no existen, sólo la ilusión de creer que existen coincidencias”. Cada quien decide si, como Alicia, abre los ojos, sigue a la liebre, y toma la píldora roja o la azul…

Publicado originalmente el 5 de agosto de 2008 en Crisol Plural. 

http://crisolplural.com/2008/08/05/orwell-tenia-razon-la-ignorancia-sigue-siendo-la-fuerza%e2%80%a6/

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